Ciudad cerca del cielo, Quito

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Sergio Román Armendáriz

Sergio Román Armendáriz | Sábado 22 de febrero de 1986
Periódico La Nación, San José, Costa Rica, A.C.

La rebeldía de un cuadro de Oswaldo Guayasamín y la ternura de una canción de Julio Jaramillo te hacen recordar, de pronto, ese delgado romanticismo de la capital del Ecuador.

Entre el sol y el frío, los barrios trepan el aire y se deslizan en la cordillera y corren en la planicie del norte. La tradición y el modernismo forman una flor única. Se dan la mano, poesía y arquitectura.

Se cuenta que la comunidad aborigen ocultó el corazón y el tesoro de su postrer cacique, para evitar el saqueo y la profanación que venían realizando los conquistadores españoles.

Un fraile, primo de Carlos V. trajo la hostia y el pan en la semilla del trigo y en el sueño de levantar un monumento católico capaz de lograr la asimilación y el apaciguamiento de la cultura vencida. Esa voluntad inspiró la edificación de iglesias y claustros, que integran San Francisco, joya de piedra y fe que desafía la dictadura del espacio.

En Ia plaza principal comulgó Orellana, al frente de su expedición, antes de perderse en las selvas inéditas y descubrir un mar dulce, el río de las amazonas.

A la luz del cabildo, el pueblo hizo estallar la revolución de las alcabalas contra los impuestos excesivos y el desborde de autoridad de la corona imperial.
Ejemplo de sinestesia, el pincel se convierte en sonido en un San Gerónimo singular, compuesto por un artista que ocultó su firma.

El diez de agosto de 1809, al pie del primer grito de independencia, un combatiente anónimo escribió con ira en los blanquísimos muros: *Ultimo día del despotismo y primero de lo mismo*, original percepción de la praxis política.

En las estribaciones de las montañas circundantes, los españoles fueron derrotados por Sucre. En el salón máximo, Bolívar bailó el vals del amor con Manuelita Sáenz. Al salir de misa, fue asesinado el dictador conservador García Moreno. En las calles fue arrastrado Eloy Alfaro, líder liberal. Desde un balcón demagógico, Velasco Ibarra el postrer caudillo civil de la República y tal vez de América Latina obtuvo, con su verbo y con su imagen, cinco veces la presidencia del país.

A la sombra de los altares barrocos, reciben la bendición nupcial parejas que aún bordan con serenatas y con paseos los farolitos y los adoquines de La Ronda.

Quito es patrimonio de la humanidad, según consta en una declaración de las Naciones Unidas. Pero, en términos cotidianos, es clima que derrama frutas en la mitad del mundo; es licor de aguardiente y canela a la orilla de la amistad; es la infancia que regresa en los trenes cuando cantan los gallos y la bruma; es el trabajo de la gente; es Benjamín Carrión en el acto de redactar el párrafo final de la biografía de Atahualpa; es el cóndor que aún combate encima de los páramos o de los huasipungos.

Porque, además de la rebeldía y la ternura del romanticismo, el cielo debe ser la justicia social y la libertad individual hoy en la tierra.

El cuadro y la canción se van desvaneciendo y tú empiezas a organizar estas palabras.