Poesía, minuto y comunicación (3)

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Alguna vez, un poco jugando y otro poco en serio, dije que para la directora o el director de la Escuela, no sería tan complicado comentarle al colega cuando le presente el programa de su asignatura: "- Mirá, ¿cómo está la cuestión idiomática?" Algo podemos hacer en las clases para ampliar el léxico de alumnos y alumnas. Y la otra pregunta sería "- ¿Con qué apoyos didácticos has pensado comunicar los contenidos de tu programa?".

El maestro Daniel Prieto apunta que el mensaje no es sólo el qué, no es sólo lo ideológico, es también lo estilístico, el cómo. Qué y cómo establecen una dialéctica. Pero, para efectos prácticos, pedagógicos, sí tendríamos que separar el qué y el cómo.

A Truman Capote, autor de A sangre fría, título de avanzada que contribuyó a disolver la frontera entre periodismo y literatura (esa zona estrecha y dudosa que es tan excitante trabajar), se le atribuye la anécdota de un joven que le consulta:

-"Señor, yo quiero ser escritor y usted es famoso. ¿Qué me aconseja?

Entonces, Truman Capote le envía a visitar al dentista.

-"¿El dentista? ¿Qué tiene que ver el dentista con mi afán de ser escritor?

- "Es que el dentista, le responde Capote, es el único profesional que nos tiene con la boca abierta.

-"¿Con la boca abierta?… sigo sin entender.

-"¿Qué hace usted cuando está con la boca abierta?

-"Pues… no hablo.

-"Eso es. No habla, pero escucha y observa."

La enseñanza de la comunicación debe tratar de despertar la curiosidad y la facultad de escuchar y observar. Luego, las técnicas se van desenvolviendo. Hay una técnica útil para producir mensajes breves: "el uno, dos, tres". Por allí circuló el siguiente mensaje de salud: "Este niño tiene la sonrisa del papá, la mirada de la mamá, y… ¡un riñón transplantado!". La frase avanza, pero en un momento dado, la frase regresa como una especie de vuelta de escorpión. O sea, el retorno de la frase realmente electriza, comunica. "El uno, dos, tres", pero no infinitos, sino con este volver de púa o aguijón. No podríamos decir "tiene la sonrisa de papá, tiene la mirada de mamá, tiene el caminar del abuelito, etc.", porque allí ya no hay gracia. Resumo: avanzas, das un paso, das el otro y vuelves. Y creas el efecto.

O, a veces, el contraste directo, al igual que en el box. En el año mil novecientos sesenta y seis, la campaña electoral de don Daniel Oduber sacó un lema muy frondoso que decía "Yo también voy con él, con Daniel, etc.". Parecía que el país estaba tomado por lo verde y lo blanco de ese partido. Pero de repente salió la oposición con su respuesta: "Yo, ¡no!", modelo de contralema.

Hay que observar la vida cotidiana donde la comunicación es también lucha, es pugna. Me encanta el box, para mí, el poeta del deporte es el boxeador: sabe exactamente cómo sostenerse, cómo con un golpe seco derribar doscientos kilos. Prodigioso y digno de estudio.

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